Otra vez se presentó un aumento de casos de Covid-19, por lo que nuevamente nos tocó minimizar el equipo de voluntarios con quienes habíamos planeado visitar a la comunidad lejana que hemos ‘adoptado’ como receptor de nuestros proyectos sociales desde el 2019.
Tuvimos una misión ambiciosa: un Día de Celebración para las niñas de Mirasol y otra vereda vecina – incluso la sesión de madres – y distribuir kits escolares en 4 veredas, todo en un solo día.
La ambición de hacerlo de esta manera no era solo porque nuestro corazón arde con el fuego del servicio y el deseo de llevar educación y recursos a estas comunidades desfavorecidas, sino por la ubicación, ya que no es posible ir 2 días ni 2 fines de semana seguidos. Pues para llegar a esos lugares toma 2 horas y 15 minutos en carro y después 1 hora y 45 minutos caminando, es decir 4 horas en total, en una sola dirección.
Llenos de entusiasmo salimos a las 5 am para llegar a las 9 am, hambrientos, con las piernas temblando por la bajada del sendero montañoso. Un desayuno nos esperaba, antes de ir por caminos separados.
Mientras Andrés y Norelia seguían su bajada a la próxima vereda, Yecenia y yo volvimos a la escuelita (descuidada por las vacaciones y desuso durante la pandemia), espacio acogedor para el taller de las niñas.
La mitad de las niñas no llegaron por varias circunstancias: por enfermedad, por una caída de la mula o porque nadie pudo cuidar la casa. Luego nos dimos cuenta de que era aún más difícil que las madres llegarán. No es fácil cuando “cerca” significa 30 minutos de caminata por una trocha pedregosa…
Sin embargo, hacemos lo que podemos, y ofrecemos lo mejor a las personas que están.
Las niñas que sí llegaron con entusiasmo prepararon sus etiquetas, se sentaron en el círculo (con sus botas aún sucias por la caminata que hicieron). Curiosas por todo lo que les expliqué, compartieron muchas historias: Una hermana que perdió un bebé, una vecina que tuvo un bebé a los 12 años, y muchas más…. Me di cuenta de que lo que les falta de educación formal del tema, lo compensan con experiencias vividas en esta comunidad aislada.
Y para entender lo que no sabían, hicieron preguntas libremente. Una pregunta que me sorprendió fue “¿Por qué las gallinas no tienen menstruación?” Antes de poder responder, otra niña preguntó “¿Y las vacas?” y así siguió una discusión interesante que solamente puede encontrarse en el campo.
Al mediodía atendí a las madres y hermanas mayores, mientras Yecenia cuidó a las niñas. Las adultas querían saber más de su ciclo, de su cuerpo, de sus anticonceptivos… Ni un día completo con ellas bastaría para responder a todas sus preguntas y dudas. Un comentario de una de ellas me tocó el corazón: “Aquí nadie llega para darnos educación.”
La tarde la pasamos juntas – niñas, hermanas y madres – con mucha alegría y cariño. Los comentarios en los libros de asistentes lo dicen todo: “Gracias por el apoyo que nos brindan. Nos encantaría tenerlas de nuevo en la vereda para que nuestras hijas sigan recibiendo su apoyo. Mil, mil gracias.”
Es la hora de despedirnos. Con mucho gusto aceptamos la oferta de subir en mula para llegar al carro. Me quedé callada la hora y media que tomó la subida… por el agotamiento, pero también por preguntarme ¿Qué se necesita para cambiar la vida de las niñas, chicas y mujeres aquí? Es más de lo que podemos ofrecer en este momento, pero hemos empezado, y vamos a seguir…
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Bella e increíble labor, definitivamente a lugares tan alejados practicamente nadie llega y si llega algún alcalde solo para pedir votos o para dar un regalito y ya está. Felizmente PanaceAM está aportando su granito de arena para que niñas y mujeres tendrán una educación y apoyo adecuado sobre la menstrualidad y sus implicancias. Tema que toda mujer tiene el derecho de conocer.
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